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Llega la navidad y con ella vuelve el turrón, las naranjas, la lotería... y los hijos pródigos de este país, pues hacemos lo propio!
También vuelves en junio y en agosto, pero no, en navidad es como que mejor. Tus padres, abrumados por la felicidad, te van a buscar al aeropuerto, a la estación o a la Conchinchina si hace falta. Te traen a tu (su) casita, decorada con todos esos adornos y el árbol de navidad. Entras a tu habitación y la encuentras más ordenada de lo que jamás estuvo cuando tú vivías en ella. Continuando y concluyendo: recibimiento propio de un hotel de 5 estrellas. Pero qué digo? Mejor! Porque nada más llegar se acerca la chef jefa para discutir contigo el menú de todas las fiestas.
Así comienza la re-convivencia, con la familia congregada alrededor del hogar, cantando villancicos al son de la guitarra, como en los viejos tiempos. Entrañable. Idílico. Podríamos inspirar al mismísimo Murillo. Nos faltan el buey y la mula!
Llega la hora de la cena. Para acompañar a la selección de delicatessen preparada por tu madre, todo "made in Spain" (concretamente en la huerta de enfrente de la casa), tu padre elige una peli del oeste de Clint Eastwood. Qué gracioso el Eastwood hablando en castellano!
Durante los primeros días de la re-convivencia observas un curioso fenómeno paranormal por el cual tus calcetines desaparecen de donde los dejes y aparecen mágicamente dobladitos en el cajón de los calcetines (que poco o nada tiene que ver con el de Polanski) oliendo a brisa marina.
Estás tan abrumada que casi no le das importancia la primera vez que tienes que registrar la casa entera en busca de tus calcetines de deporte, que eventualmente aparecen en el cajón de tu hermano, cuyo pie es cinco números mayor que el tuyo. La magia, es lo que tiene! Pero no pasa nada porque es navidad y lo importante es que ya tienes los calcetines y te puedes ir a correr por el campo, lujazo donde los haya.
Así, uno tras otro, se van sucediendo los días: uno, dos, tres, nochebuena, navidad, seis, siete...
Estás tan metida en esta dinámica de lo idílico que te pilla del todo descolocada el día que te despiertas de la siesta a golpe de acordes, cortesía de tu hermano con la maldita guitarrica. Joder, como en los viejos tiempos! Decides salir de allí pero no encuentras tus zapatillas porque el duende mágico ha decidido que era hora de lavarlas (!·$%#"?? ) y sales descalza intentando buscar un recodo de paz. Pasas por el salón donde tu padre, que no se cansa, sigue viendo otra peli del oeste, que yo me pregunto, es que ese canal no tiene otra cosa? Depués de todos estos días el acento de Clint Eastwood en castellano ya me parece de todo menos gracioso. En tu intento por escapar buscas las llaves del coche, pero no están en su sitio (porque sí, las llaves del coche tienen un sitio y deben de estar ahí, en SU sitio), así que sales a perderte en la huerta, sin más.
Allí, entre las habas y las lechugas te das cuenta de que, efectivamente, has alcanzado el periodo crítico de re-convivencia.
Y tú? Cuál es tu periodo crítico de re-convivencia?