La empollona


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Te pasas media vida intentando convencer a tu madre para que se apunte a las clases de gimnasia para mayores que pone el ayuntamiento de tu pueblo. Y venga y dale, más y más ventajas que le cuentas y todo por 20 euros... el trimestre! Si es que me los quitan de las manos, señora! Pues nada, ella erre que erre, excusa por aquí, excusa por allá, que no y que no y que no. Y un día, va al supermercado, se encuentra con dos amiguitas suyas de cuando eran jóvenes y oye, pues que me la convencen en 10 minutos. Ahí es poco!

Pero espera que aún no he acabado. Llega el día D a la hora H y mi madre acampa en el ayuntamiento, cual fan de Justin Bieber, para ser de las primeras no vaya a ser que se quede sin curso. No me preguntéis cómo sucedieron los hechos, pero mi madre salió del ayuntamiento apuntada a clase de gimnasia, cultura general y psicología.

Yo con cara de cromo.

Pues bien, quién me lo iba a decir… Desde que mi madre va a clase se acabaron las llamadas de “hola hija, qué tal todo?”, “Cuándo vienes?”, “Qué tal el trabajo?”, “y Polanski?”, “Cuándo me dais nietos?”. No, no. Ahora es más bien: “hija, te quería yo preguntar…”. Y no se le pasa una, qué va. Deberes que le ponen, deberes que hace.

He aquí la pregunta de ayer:
  • Hija, cómo se dice, “armario” o “almario”?
  • Mama, armario es con “r”.
  • Estás segura?
  • Claro mama, cómo va a ser con “l”!! Lo has buscado en el diccionario?
  • Es que ha dicho la profesora que no podemos utilizar el diccionario. Míralo en internet.
  • (me tengo que reír) Mama, si no vale el diccionario internet no valdrá tampoco.
  • Ah, de internet no ha dicho nada. Míralo en internet!
  • Mama que estoy segura.
  • Que lo mires!

Y allá que va servidora a la RAE y … sorpresón: armario y almario, no solo las dos están aceptadas sino que además, son la misma cosa (ay de mi, pobre ignorante!). Qué, cómo os habéis quedao? Miedo me da que un día de éstos me cuadre el círculo...


La alemanización

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Si en 2005 me hubieses preguntado que cuánto llevo en Alemania, te hubiese contestado alegremente que un añito. Si me hubieses preguntado en 2010, te hubiese dicho que (a ver, rápidamente, haz la cuenta) que con la tontería ya llevo mis 6 años por aquí. Si me preguntases ahora mismo que cuánto tiempo llevo en Alemania, solo se me ocurriría una respuesta que darte: demasiado.

Normalmente los estragos de la alemanización los notas cuando vuelves a casa. Llamas a tus amigas para salir por ahí como en los viejos tiempos y te dicen que sí, que claro que quedamos esa misma noche. A qué hora? A las 10 (que sabes que van a ser las 11). Y cómo aguanto yo sin cenar hasta las 11!? Que yo en Alemania a esa hora ya tengo hasta la digestión hecha! Haces de tripas corazón (porque así las tienes entretenidas) y aguantas estoicamente hasta las 10. Os veis en un restaurante fashionfashionsuperfashion para poneros al día, o séase, contaros lo poco que facebook esconde. Ah! Mi gozo en un pozo, esto es un guirigay! Siempre se ha hablado tan alto en los restaurantes? Si casi no me oigo a mi misma!

Puestas a no oírnos, digo yo, vámonos al bar! Intentas pagar “getrennt”, pero el camarero te mira como a un bicho raro. Por fin llegáis al bar y entonces son tus amigas las que flipan contigo cuando te vuelves loca bailando y bailando y bailando que cierran el bar y tú aún sigues bailando, que te da igual que te pongan el aserejé, que macarena, que cualquier pachanga chunga chunga porque, aceptémoslo... en Alemania no se baila. Y sí, ya se lo que me vais a decir: hay bares en Alemania donde se puede bailar salsa. A ver, cómo te lo digo: si consideras que un bar de salsa alemán suple de alguna manera cualquiera de los bares españoles en los que se baila cualquiera que sea la música que ponga... entonces te hemos perdido para siempre!

De vuelta a casa te sorprendes a las cuatro de la mañana parada en un paso de cebra con el semáforo en rojo, siendo los únicos presentes tú y ese arbustillo del desierto que solo pasa cuando no hay nadie (cómo se llama ese arbustillo, por cierto?). Te dices a ti misma: “perotutastonta?” y cruzas.

Sabes que has vivido demasiado tiempo en Alemania cuando vas a comer a un chiringuito de la playa y miras a tu alrededor para darte cuenta de que, bajo el sol de agosto a las 3 de la tarde, los únicos que no estáis comiendo a la sombra sois los guiris y tú. No has comido al sol nunca antes, pero es que te vuelves tanoréxica. Da igual que hayas salido la noche de antes, tú te levantas tempranito para ir a la playa. De hecho, vas a la playa aunque sea invierno, que te dejas a tu familia en estado de shock con ésos arrebatos.

Sabes que llevas demasiado tiempo en Alemania cuando el número de veces que vas a la peluquería por año es igual o menor al número de veces que vuelves a España. Es más, adivinas que un compañero ha estado recientemente por casa cuando le ves su nuevo corte de pelo. En la peluquería abres el hola o el diez minutos o cualquiera que sea la “literatura” presente y descubres que no conoces a nadie (lo cual no es necesariamente malo). Es más... que la Carbonero estaba embarazada??

Y la más cotidiana de las añoranzas: sabes que llevas demasiado tiempo en Alemania cuando el jamón deja de ser ese manjar del día a día para convertirse en objeto de culto. Lo veneras. Observas con preocupación cómo se va acabando... y entonces entiendes que ya toca volver a casa.


GDI: Yusles y los meetings

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Dediquemos éste, el primer capítulo de la Guía del Inútil, al estudio del comportamiento del sujeto en cuestión, Yusles, en uno de los eventos más cotidianos de nuestra vida laboral: los meetings. A ver, además de perder el tiempo y la cordura, que más se hace en los meetings? Exacto! Repartir marrones.

Desde su infravalorada posición, Yusles es buen conocedor de esta rutina por lo que, en principio, su primera opción siempre será no ir al meeting. Para los que no seáis inútiles natos dejar de ir a los meetings puede resultar muy radical. Falta media hora para el meeting y empiezas a sudar. Un cuarto de hora. Cinco minutos... “no voy”, “no voy”..., pero al final, vas. Cómo evitar esto? Nada más recibir una invitación a un meeting, cambialé fecha y hora. Rápido! Llegará un momento en que no te fiarás lo más mínimo de tu calendario y hasta dejarás de mirarlo. Objetivo cumplido: los marrones ya no revolotearán a tu alrededor!

Sí, es cierto que en ocasiones, bien por el qué dirán, bien por presión social, bien por tu amenazante jefe, la primera opción no se puede llevar a cabo. Vamos, que tienes que ir al meeting. Bueno, no pasa nada. Verás los marrones pasar cerca, pero aún puedes esquivarlos. Fundamental: nada más entrar al meeting, elige una de las esquinas del techo y, pase lo que pase, no la pierdas de vista hasta que acabe. Cualquier titubeo, contacto visual, ni digamos mirar la presentación, podría dar a entender que te interesa lo más mínimo lo que se está hablando.

Si aún así alguien repara en ti y se le ocurre pronunciar tu nombre mientras asignan un marrón… entonces tienes que jugar tu última carta, ese as que tienes escondido en la manga, esa frase que Yusles es capaz de repetir incluso en sueños: “Sí, sería factible, pero es bastante más complejo de lo que parece”. Perfecta. Un "yo-no-es-por-no-ir, si-hay-que-ir-se-va" en versión Yusles. Aplicable a prácticamente todo, rebosando ambigüedad. Oyen esa frase y ya saben que “no es que tu no estés dispuesto a hacerlo”, pero es que “va a tardar mucho” y  “va a ser muy caro”. El interés se desvanece. Y el marrón, también.

Bien amigos, nadie dijo que llegar a inútil fuese fácil... ahora, a ponerlo en práctica!


Las mejores ideas

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Recuérdalo: lo mires como lo mires y te pongas como te pongas, las mejores ideas siempre son y van a ser las de tu jefe. Cuanto antes lo aceptes, mejor. Así que si tienes sugerencias sobre cómo gestionar mejor el trabajo o se te ocurren estrategias con las que se podría aumentar la eficacia del equipo, si sabes cómo automatizar algún proceso, si quieres proponer el uso de estándares… Da igual, lo que sea, mira a ver cómo te las ingenias para que parezca que sea idea suya.

Sí, sé que es duro. Un golpe para tu ego en el mejor de los casos. Pero al fin y al cabo, qué prefieres, tu ego o perder tu valioso tiempo sistemáticamente cada semana?

Ejemplo práctico: salgo de uno de mis míticos meetings de la muerte. Casi 4 horas, 14 personas, un desastre total, salimos igual que entramos, pero más viejos. A la salida pillo a Komander por banda y le sugiero:

-   Komander, mira, que he pensao, que somos pocos en los meeting. Yo invitaría también a los de finanzas y a los de mantenimiento. Alquilamos una carpa y ya está.
-    Más gente aún? Si lo que habría que hacer sería quitar! [A veces pienso que es todo cuestión de llevarme la contraria...]
-    Cómo? “quitar”? Invitar a menos gente dices? Interesante. Si tan solo supiésemos cómo reducir los participantes. Ya sé, podríamos invitar solo a esos que no dicen nada y se pasan todo el meeting leyendo correos. Los que solo interrumpen para decir tonterías.
-    Uhm, no sé. Yo creo que lo mejor sería dejar solo a los que pueden aportar algo no? [si es que en el fondo la teoría se la sabe... Solo tienes que hacerle ver la luz]
-    Ah, fijaté tú! O sea, los que llevan meses currando en ésto y te saben decir en un milisegundo los pros y contras de todas las opciones, que por cierto, ellos mismos evaluaron?
-    Sí!
-   Genial, cómo no se me había ocurrido! Por cierto, eso sí, la agenda la eliminamos. Que cada uno hable de lo que quiera cuando quiera, que fluya la creatividad!
-   Buff, pero es que así los meetings se hacen eternos! Si tener la agenda es bueno, lo único que tendríamos que respetarla…
-    Ah sí? Que habría que respetar la agenda? Qué gran ocurrencia! Entonces, quieres que a partir de la semana que viene invitemos solo a los que tengan algo que aportar e insistimos en que se siga la agenda, no?
-    Sí, eso he dicho!

Aaaaahhhhh, todo sea por la ciencia...




Bárbara

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Tras la entrañable estancia en el hogar paterno y con el periodo crítico de re-convivencia bien excedido, retornas a la Germania. Aterrizas con las pilas (y las cartucheras) bien cargadas, con tus 18 kilos de naranjas en la maleta y con todos esos propósitos de año nuevo: ir a correr todas las semanas, dedicar más tiempo al polaco (aquí no me refiero a Polanski no, sino a su bendita lengua materna...), leer más, comer más sano, cabrearme menos con Komander... En fin, lo típico, dispuesta a comerme el mundo!

Llegas a tus 48 metros cuadrados que llevan sin saber de la calefacción diez días. Efecto nevera. No te puedes quitar la chaqueta hasta pasadas dos horas. Pero no pasa nada porque ahí estáis tú y tu positivismo y eventualmente Polanski, que llega justo cuando alcanzamos la temperatura de habitabilidad (haylos afortunados!), también cargado de buenos propósitos... y regalos! Se puede pedir más? Tan motivados estamos que decidimos ir a correr ya a la mañana siguiente, para ir haciendo hábito.

Admito que el positivismo no se ve igual por la mañana temprano. Pero como no puedes tirar la toalla el primer día de la operación 2014-fit, pues sacas todos los bártulos y te preparas para la acción. Cuando por fin estás tú ya en modo Rocky Balboa, preparada para afrontar la dura cuesta arriba (en el sentido más literal de la palabra), abres la puerta y, a lo cubo de agua fría, te topas con Bárbara!

Dejadme que os la presente: Bárbara es la encantadora señora que se encarga de que nuestra escalera reluzca. Aproximadamente un metro setenta, unos 100 kilos de peso y esa expresión entre amenazadora y letal. La llamo Bárbara no por preservar su identidad, sino por preservar la mia ante el riesgo de preguntarle su nombre! Bárbara siempre tiene esos gestos para contigo, informándote de lo inapropiado que resulta pisar donde ha fregado o interponerte a su paso con la aspiradora.

Es demasiado tarde. Resulta imposible esquivar su mirada, así que mientras sigilosamente nos acercamos al ascensor intentando pisar lo menos posible su suelo fregado, pronuncio un tímido “feliz año nuevo” con la esperanza de que nos perdone la vida. Pero no, Bárbara no entiende que no hayamos levantado el vuelo para llegar al ascensor. La veo negar con la cabeza mientras la vena de su cuello comienza a hincharse, su mirada inyectada en sangre. Finalmente abre la boca para decirnos...

Lo que sucedió a continuación no va a ser narrado porque los niños también pueden leer ésto y servidora no quiere herir sensibilidades. Por propósitos blogísticos, supondremos que Bárbara contestó: “Feliz año nuevo para vosotros también”.

La realidad es que no habían pasado ni 32 horas de 2014 y ya me tuve que tomar el primer Fackitol del año. Este 2014 promete!

Feliz año a todos!!