Ayer y hoy

Un año más, llega la Navidad, ese periodo entrañable de paz y amor, lucecitas, marisco por las nubes, alegría, fraternidad... y sobretodo: reencuentros. Para mí la ronda de reencuentros navideños comenzó este sábado pasado, starring: mis amigas de toda la vida. No es fácil, porque hay que cuadrar un doodle entre unas cuantas con estilos de vida de lo más dispares, cada una con su agenda, sus suegras, sus hijos, sus parejas y sus planes de fin de semana.

No puedo evitar una sonrisa nostálgica, resignada, mientras escribo. Quién nos ha visto y quién nos ve! Nosotras, que para quedar un viernes lo arreglábamos... el mismo viernes. Ahora, para quedar un sábado, tenemos que empezar los trámites un mes antes. Y aún así, no encontramos una sola coordenada espacio temporal que le venga bien a todas. Nos toca hacer doble sesión: café, opción preferida de las madres, y cena, para las más osadas.
  1. Café con las madres
Queridas todas, basándome en la experiencia del sábado, recomiendo a toda aquella que quiera quedar con sus amigas madres y los infantes de éstas, que lo haga, a poder ser, en un parque. El café ya os lo lleváis en un termo. Obviamente, como habréis deducido, nosotras no quedamos en un parque... sino en un cafetería! Seis criaturas trajeron mis amigas, dos de ellas en carricoche (que resultaron ser bastante pacíficas) y otras cuatro con capacidad locomotriz.

Así, ambientadas por una “sutil” melodía de fondo a mano de los retoños, y en los huecos que dejan las interrupciones, nos contamos lo poco, muy poco, que facebook esconde. Repasamos los últimos embarazos, bodas, divorcios y segundas nupcias (que haberlas haylas) y si el tímpano aguanta (yo tengo la teoría de que al dar a luz te instalan un filtro pasa alto que te permite conversar con normalidad en estas condiciones...), se culmina con las batallitas de aquellos maravillosos años. 

Mi pobre reloj biológico! Tras veladas como ésta entiendo muy bien a los padres que aseveran adorar a los niños... pero a los suyos propios!

  1. De cena con las osadas
Hubo una época en que, empezando a la una de madrugada (así, sin forzar) se conseguía fácilmente el desayuno a base de chocolate con churros.

Pero de eso hace muuuucho, muuuucho tiempo. 

Ahora se empieza con una cenita a las diez (que ya sabemos que acaba siendo a las once, pero bueno, esa es otra historia) que viene a ser como el café de la tarde, pero con sangría. Sigue habiendo melodía de fondo, pero ahora compuesta por tonos mucho más graves.

La cena transcurre tan animada, que cabría pensar que nada ha cambiado... hasta que alcanzamos el momento crítico en el que decidimos “movernos a algún sitio”. Pongo las comillas porque aquí se produce el mayor escapismo de la noche. El “otro sitio” bien puede ser la casa de una. Si éramos diez, sin saber muy bien cómo, a la puerta del restaurante llegan la mitad. Las otras se "escapisman". Y aún no es ni la una!

Para mi sorpresa, yo no soy ninguna de las escapismadas (que a veces también ha pasado) con lo que tengo que afrontar el siguiente decission making de la noche: y a dónde vamos? Me miran a mí, que llevo casi veinte años fuera del pueblo! Alguna se arranca:

  • Podríamos ir a [nombre de bareto cualquiera]
  • [Servidora] Y eso dónde para?
  • Tía, sí, lo que antes era [otro nombre de bareto cualquiera]
  • [pocker face] Y antes de eso cómo se llamaba?

Para no hacerlo largo, cuesta acordarse de todos los nombres del bar en cuestión hasta llegar a aquellos “mis tiempos”. Menos mal que alguna aún sigue un poco “in” y eventualmente llegamos a algún sitio con jaleo. Sííííí! Let the party start! Uuuuuhhhhhh!!! Y así, como locas, por lo menos, por lo menos... media hora. Entonces empiezan los bostezos... y pensar que hubo una época en que nos faltaban bares! que la semana de fiestas del pueblo se nos quedaba corta!

Será verdad que los años no pasan en balde...

Solo una no bosteza: la madre del café a la que hemos convencido para venir a la cena. Porque si esta mujer, que la última vez que salió pagábamos en pesetas, ha conseguido encasquetar a sus cachorros lo suficiente como para acabar en un bar a la una y media de la mañana... no va a desistir tan fácilmente! ;-)


De perros y frisbees

Sabes esa sensación que experimentas cuando, tras meses y meses entrenando, por fin consigues meter un triple? O cuando finalmente encajas la última pieza de un puzzle de 1000 piezas? O mi favorita, por su capacidad gráfica, cuando después de todo ese tiempo entrenando a tu perro para que coja el frisbee... un día se lo tiras y lo agarra! Y entonces comienza a sonar el cuarto movimiento de la sinfonía número nueve de Beethoven y tú saltas de la alegría y de fondo aparecen palomas y fuegos artificiales, enmarcando una estampa digna de pasar a los anales de la civilización.


Pues el pasado 6 de Octubre mi perro, tras un doble tirabuzón invertido, agarró el frisbee…

Os cuento:

Habréis notado que llevo una temporada sin despotricar sobre Komander, lo cual solo tiene dos posibles explicaciones:

1) Komander ha sufrido una transformación metafísica y se ha convertido en el entrañable jefe que todos deseamos.

2) Komander ha desaparecido de mi vida.

Si conocieseis a Komander sabríais que únicamente una de estas dos opciones es físicamente posible... Pero dejadme que os cuente:

Todo comenzó este verano (por llamarlo de alguna forma), como no podría ser de otra manera, en el corral de la Pacheca. Entre marrones y café alcancé a escuchar uno de los rumores más jugosos de los tiempos de Mordor: "se haaaaaceeeee saaaabeeeer… que a finales de verano, se nos reestructurará". Se me alegró el día! Dándole la credibilidad absoluta que un rumor del corral de la Pacheca se merece, comencé con el cuento de la lechera: que sea a mí, que sea a mí, que sea a mí! que me cambien de jefe, que me quiten a Yusles, que me manden a un departamento ejemplar donde todo sea caramelos, mariposas y nubes de algodón.

Ya estaba casi rezando cuando me acordé de Woody Allen y de mi madre a partes iguales: “nada es tan malo que no pueda ir a peor” y “más vale malo conocido…”. A ver si me sale el tiro por la culata... Y si mi nuevo Komander es aún peor? Y si en lugar de uno, acabo con tres Yusles en el equipo? No lo puedo evitar, toma control de mi persona el hombrecillo verde que habita en mi hombro derecho… es decir, el pesimista (o el que ya sabe más por viejo que por diablo) y así he pasado estos meses, a lo Oscar Wilde, temiendo lo que deseo por miedo a que se cumpla.

Pues bien, ya os imagináis el final de la historia: un día se abrió el cielo y me envió un ángel alado en forma de email que confirmaba que mis deseos se hacían realidad. Desde el día 6 de Octubre estoy “restructurada”. Consecuencias:

- Ahora trabajo en el edificio sur (=bueno, más calorcito)

- Me he despedido de Komander y de Yusles (=bueno)

- Me he despedido de Chefin y de Prudencio (=lastimica!)

- Me he despedido (o mejor dicho, he puesto tierra de por medio) del corral de la Pacheca (=malo)

La mejor de las noticias es que llevo ya un mes en mi nuevo equipo (que ya os presentaré más adelante) y aún no he identificado al inútil. A ver si tengo la suerte de mi vida y por una vez… soy yo! :-)