Pesadilla antes de navidad


Imagen de pixabay.com
A día de hoy, dos son los vuelos que ha perdido servidora. El primero fue hace un par de años en Madrid y el segundo, ahora mismo.

Rebobinemos seis horas. Servidora sale de casa feliz y contenta porque es navidad y se va a casa con mama que le hace paella rica, rica. Se dirige a la estación donde cogerá un autobús que la llevará al aeropuerto. Hasta aquí bien, la primera parte del plan se ha cumplido a la perfección.

Ya en el autobús procedo al ritual de lectura que me sumirá en un letargo, que normalmente durará hasta que abran al puerta y entre el frío mortal alemán. Sin embargo esta vez el letargo se ve interrumpido mucho antes, al poco de entrar en la autovía. Un atasco de aquí a Parla! Avanzamos poco a poco hasta que por fin adelantamos el “accidente” que ha causado todo este follón.

Escribo “accidente” y no accidente porque en Alemania son dos cosas distintas. Un “accidente” es lo que en España llamamos besito. En España le das, sin querer, un besito al coche de delante, bajáis los dos conductores, miráis que no ha pasado nada y hala, cada mochuelo a su olivo. En Alemania bajan los dos conductores, miran que no ha pasado nada y acto seguido inmovilizan la autovía, la ciudad y el país si hace falta, hasta que venga el CSI a analizar las pruebas.

En fin, que un besito alemán de éstos causa el primer retraso de la jornada.

Una vez pasado el atasco, la ruta se presenta limpia y esperanzadora. Todo apunta a que llegaré a tiempo hasta que, a unos tres kilómetros del aeropuerto, el autobús empieza a hacer un ruidito poco alentador. Pálidos, los pasajeros nos miramos unos a otros con la expresión del que se teme lo peor. En efecto, en cuestión de segundos, se para el autobús.

Pasada la sorpresa y confusión inicial, comienza la marimorena. Aaaaahhhhh! Una jungla de voces en todos los idiomas. Que ha pasado? Se ha roto el autobús? Cree usted que llegaremos a tiempo? Entre el guirigay alcanzo a escuchar a otro español que desesperadamente grita al conductor: “trata de arrancarlo, Karl, trata de arrancarlo!!!”. Pero no, Karl no arranca el autobús y desde allí ve servidora salir, puntual, su avión rumbo a la paella.

En una maniobra sin precedentes, la compañía de autobús consigue traernos al aeropuerto, desde donde escribo, dos horas después de la salida de mi vuelo. No estoy despotricando cual bestia parda gracias a que se han apiadado de nosotros y, tras el testimonio de los del autobús, nos han colocado en un vuelo que sale en otras tres horas.

En fin, ya estará fría, pero le he dicho a mi madre que me guarde la paella para la cena.



8 comentarios:

  1. Podría haber sido peor... imagina que vuelas con Iberia...

    ResponderEliminar
  2. Y yo que pensaba que el S-Bahn era el modo más seguro de conseguir llegar tarde al aeropuerto ... la verdad que lo de la compañia se han hecho querer, teniendo en cuenta, que a las fechas a las que estamos, seguro que en el avión que visteis alejarse pudieron llevar a dos alfileres que se habían quedado en tierra en el vuelo de la mañana ...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues sí, el S-Bahn también me ha patrocinado grandes momentos... Ya haré una retrospectiva!

      Eliminar
  3. Bueno, y tras la odisea, como esta la paella de Mama?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tras la odisea, más "leka leka" aún si cabe!

      Eliminar
    2. Pese a haber llegado al fin del periodo idilico de reconvivencia... ;P

      Eliminar
    3. Ni el ir descalza, ni la guitarrica de fondo, ni el vigésimo quinto western de la semana me fastidia a mi la paella de mi madre, leñe!

      Eliminar