El deporte

El deporte es bueno. Lo dice todo el mundo. Lo dice la tele, la radio, internet, cualquier revista que pille en la sala de espera del médico. Es universal y parece que hay consenso.

Yo no lo discuto. Para una vez que el mundo se pone de acuerdo en algo, no voy a ponerme yo a rebatirlo... Eso sí, lo único que le pido al deporte, es que me deje en paz. Yo no valgo. No valgo. Un paseito, sí. Un par de largos, también. Algo de yoga, vale. Pero ya.

Yo me voy a la playa y quiero tumbarme con un libro y desconectar con la brisita, el baño fortuito y los encantadores niños de vecino correteando a mi alrededor echándome arena a la cara. Eso es vida! Y no correr por la orilla sudando la gota gorda sufriendo delirios por el calor. No, gracias.

Los deportes alpinos son otra cosa. Por qué? Porque son cuesta abajo! Que siempre te caes en la nieve y te toca sufrir para desenterrarte. Pero aún así no pasa nada porque colina abajo te espera un bar con vino (aunque esté caliente) y demás brebajes que te hacen olvidar el mal trago. 

Y por qué os cuento todo esto? Pues, una vez más, porque por algún sitio tenía que reventar! El caso es que Polanski lleva cosa de unos meses insistiendo en que vaya a correr, que vaya a nadar, que haga flexiones... Es su “sutil” manera de decirme que he engordado. 

Hay que j%d#rse! Que la operación bikini ya me la organizo yo, oiga! Que para dejar de sentir la presión de mis cartucheras contra el pantalón no necesito hacer un programa Balboa. Toda la vida tirando de lechuga y ahora he topado con el teniente O´Neil. 

Y alguna vez, por no oirlo, acabo accediendo y me toca ponerme el chandal de la comunión (porque en mi ineptitud deportiva obviamente no tengo “equipación” alguna) e ir a “correr” (si me vieses, sabrías el porqué de las comillas) por el parque rodeada de gente que me adelanta vuelta tras vuelta mientras yo me retuerzo en picores, por todo ese sudor que intenta abrirse paso por mis más que obstruidos poros, fruto de años y años de sedentarismo. 

“A que ahora te sientes mejor?”, me dice Polanski al llegar a casa. Claro que me siento mejor, porque se ha acabado el martirio! Si me torturase con dos cables sueltos y de repende dejase de hacerlo, también me sentiría mejor, y eso no justificaría el churrascamiento en primer lugar, no te j#d%. 

Él tira de argumentos científicos. Que libero endorfinas, que es bueno para la memoria, que disminuye mi frecuencia cardiaca (en reposo, claro), que disminuye la ansiedad...“Que adelgazo”, añadiría yo..., pero él cuidadosamente elige no mencionar esa, que si no ya sabe a quién le toca correr.

Pues yo debo ser un caso de estudio, porque me siento mucho mejor leyendo, escribiendo o viendo una peli que chorreando sudor mientras me adelanta un pato. Llámame rara.

Mundo, deporte y Polanski: dejadme en paz! Que yo estoy muy tranquila así, de “fofisana”.