La ayuda

Conversación en wasap con una amiga mía:
  • Servidora, qué haces esta tarde?
  • Pues tengo clase de polaco y después había quedado para cenar, por?
  • Ah, vale. Cancela todo eso y te vienes a casa a recogerme. Necesito que me saquen de aquí!

Se trata de una mujer de mediana edad, recientemente operada, madre de tres criaturas e hija de dos almas cándidas que no han dudado en venirse a Alemania, Pepe, a echarle una mano a su querida vástaga en tan delicadas circunstancias.



Y allí en su portal la encuentro. Look “despeinado-72horas”. Tick parkinssoniano. Mirada perdida.
  • Qué tal la operación?
  • Dame alcohol! [ladra]

Dos horas ha necesitado la pobre mujer para desfogarse y sacar de si todo el “agradecimiento” que tenía acumulado: “parece que tengo seis niños en casa” (por algún motivo también cuenta al marido), me decía.

Yo no tendré tres criaturas, pero aún así hace unos cuantos años mi progenitora se vio en la misma tesitura que los de esta chica y, ante mi inminente apertura en canal (quien dice “abrir en canal”, dice “apendicitis”), tampoco dudó (como buena madre que es) en venirse a Alemania, Pepa, a “echarme una mano”.

Os acordáis del periodo crítico de re-convivencia? Pues es mucho más corto cuando la re-convivencia es en casa de una! Te acostumbras a tus cosas. En mi caso: no cocinar, fregar los platos cuando ya no quedan limpios, lavadora una vez a la semana, nevera vacía, tazas repartidas por la casa (si no andan, no molestan)... Mi pequeño nidito de paz y tranquilidad!

Y entonces llega ella...

Para empezar, mi socorrida lata de atún y la bolsa de pasta parecen no satisfacer sus necesidades culinarias, así que me obliga invita amablemente a ir al supermercado (a pesar de no ser viernes!) a comprar cosas que yo en mi vida había comprado antes (ni en España, ni en Alemania), para tener un “apaño” mientras estoy en el hospital. Total, un carro lleno.

Además, por algún motivo, decide que mi cubo de la basura es el cubo de la ropa sucia (esto posiblemente sea culpa de Ikea), con lo que me veo obligada a vigilarla constantemente para que no me tire las toallas.

Y llega el día de la operación. Lo primero que tengo que hacer es buscarle una interprete mientras estoy "noqueada", así que saco a una pobre amiga mia de la cama a las 6 de la mañana  para que haga las funciones.

La idea era que mi madre hiciese noche en el hospital, a mi vera, ya sabes, para ayudarme (que es para lo que ha venido!)... pero como esto es Alemania y no quedan camas libres, mi madre tiene que abandonar el hospital a las seis de la tarde, sí o sí. Así que paso de estar atendida a tener que, narcotizada como estaba, organizar un servicio de taxi (y de amigos) para que vengan a recogerla por la noche y a traerla por la mañana.

Y así durante cuatro días! Incluyendo casos de desorientación, desubicación y un caso de hospital-que-no-es.

Pues sí, así de ayudada estuve :-)

Eso sí, fue darme el alta y mi “sacrificio” por fin comenzó a dar frutos: partiditas de cartas, zumo de naranja para desayunar, paseos por el parque, comer de caliente... De lujo! Claro está, hasta que llegamos al periodo crítico de re-convivencia...


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