Queridos Reyes Magos

No me preguntéis cómo una atea consagrada como yo puede ser tan devota de las fiestas navideñas (y de la semana santa, dicho sea de paso). No lo entiendo ni yo. Supongo que será una de las grandes paradojas de la humanidad, como la de Fermi o la de Olbers. O por qué vuelan los aviones, que añadiría Ned Flanders.

No sé qué es exactamente: volver a casa, el calor del hogar, la familia, los villancicos, los niños, los Reyes Magos... como que me ablandan la sangre y consecuentemente se disuelve mejor la mala leche (esto puede que tenga lagunas en su fundamento científico, qué sé yo). Ni el despilfarro energético, ni la inminente operación bikini consiguen restarle encanto a las navidades. Solo hay algo, mejor dicho “alguien”, que no me termina de convencer: Papá Noel (que no San Nicolás!).

Yo crecí en una navidad en la que Papá Noel prácticamente no existía. Se le veía colgado de una escalera intentando alcanzar el balcón de alguna que otra casa, pero poco más. Pasaba casi desapercibido. Ahora, a juzgar por los inputs recibidos de los hijos de mis amigas, parece ser el protagonista absoluto! Entiendo que en una batalla pragmática entre los Reyes Magos y Papá Noel tenga que ganar Papá Noel: te dan los juguetes antes y puedes jugar todas las navidades. Que sea una creación de Coca Cola quien los traiga versus tres sabios, capaces de predecir una doble conjunción planetaria hace dos mil años, es lo de menos. Lo importante es que lleguen antes!

Ser de los Reyes Magos es visceral. Es como ser del Atleti: se es, aunque pierda. Pues vale que te traen los juguetes y al día siguiente tienes que ir al cole... pero, y qué? Generaciones varias crecimos (y jugamos!) así y no hemos salido tan mal (por favor, no opinéis sobre esto último...).

Recuerdo mis Reyes Magos: todos los 6 de enero, a las 00:00:00, es decir, la media noche de la Noche del Roscón, curiosamente coincidiendo con el momento en que toda mi familia y mis primos cenaba en casa. Nos decían que los Reyes empezaban por allí, por eso llegaban a las 00:00:00. Sí, no-tan-niños de España, crecí pensando que los Reyes Magos empezaban por mi casa. Tenía sentido: por algún sitio tenían que empezar, no? Me parecía perfectamente lógico y razonable, además de creíble (no sé yo, de haber tenido internet por aquel entonces, si hubiese sido tan fácil de creer).

Allí estaba la pequeña Servidora, esperando ansiosa a que el reloj diese la media noche... hasta que “toc, toc, toc”... los Reyes tocaban a la puerta!! Digo tocar, pero en realidad era “golpear brutalmente que parecía que la iban a echar abajo”. Alguien nos llamaba a todos los niños: “los Reyes! Los Reyes!” Asomada a la ventana nos decían: “mirad como se van, por allí, los veis?”. Allí no se veía nada de nada y mucho menos a los Reyes Magos... pero con el subidón veías luces, camellos y lo que hiciese falta.

Y entonces, el momentazo: abrías la puerta y encontrabas montañas (sí, montañas!) de regalos cuidadosamente apilados con el nombre de cada niño en la cima (lo último que quieres es un malentendido en momentos como éste). Corrías hacia tu montaña que me río yo del 0 a 100 en tres segundos!
  • Paso 1: Identificar los blanditos, esos se abren al final.
  • Paso 2: Alguno de ellos tiene las dimensiones del juguete estrella que has pedido? IF “sí”, abrir inmediatamente!
  • Paso 3: Abrir el resto de paquetes paralelepípedos que queden (porque esos son los buenos!)
  • Paso 4: Ir a por los blanditos, por si acaso esta vez no fuesen pijamas, calcetines y demás.

Qué ilusión era aquello! Estoy escribiendo y parece que lo esté viendo. Cuando tenga hijos, quiero que los regalos se los traigan los Reyes Magos, tal cual me los traían a mí... claro está, hasta que la presión social sea tal que no la pueda soportar y acabe recibiendo al trepaescaleras de Coca Cola.

Mientras tanto, seguiré esperando a sus majestades los Reyes de Oriente, todos los 6 de Enero a las 00:00:00.


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